El autoconcepto es la imagen que la persona tiene de sí mísma, con sus creencias, sus rasgos de personalidad, sus logros, sus habilidades, sus aptitudes y sus competencias en relación a ella misma y en relación con los demás.
El autoconcepto no es heredado, sino que se va desarrollando y fortaleciendo a lo largo de nuestra vida a través de nuestras propias experiencias y relaciones. Aunque el autoconcepto tiende a ser estable la valoración que nos hacemos está sujeta a cambios y variaciones que se van volviendo cada vez más detalladas conforme crecemos <3 haciendo que mejoremos en la percepción de quién soy yo.
Tener un autoconcepto positivo favorece la consecución de metas, tales como el rendimiento académico, los logros sociales, las conductas saludables y la satisfacción en la vida. (Estevez, 2012).
Sin embargo tener un autoconcepto negativo se interpreta como un factor de vulnerabilidad que predispone a la persona en un desajuste en el plano afectivo-comportamnetal. (Fariña, 2010).
Por tanto es muy importante profundizar y tratar de conseguir una visión adecuada para construir nuestra identidad personal (como ser único) y social (como pertenecientes a un colectivo, grupo o comunidad).
Por otro lado es bastante frecuente confundir la autoestima con el autoconcepto y utilizar ambos como términos sinónimos por estar estrechamente relacionados. En el autoconcepto prima la dimensión cognitiva, mientras que en la autoestima prevalece la valorativa y afectiva.
Digamos que la autoestima es la valoración que cada persona hace de sí misma. Esta valoración no es estable sino que varía a lo largo de un continuo.
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